Trisileja empezó siendo una casa rural más, y tras nuestro viaje se convirtió en un lugar especial y que no olvidaremos.
Una de las cosas más importantes en la planificación de un viaje es encontrar un buen lugar en el que albergarse. Y a veces es lo que dejamos para el final, una vez planificado el viaje se escoge el lugar en el que se dormirá.
En nuestro viaje a Cantabria lo hicimos al revés. Primero buscamos el sitio en el que dormiríamos y luego hicimos los planes de ruta. Y fue todo un acierto. En un pequeño pueblo, Novales, encontramos una casa rural fantástica, Trisileja. No solo estuvimos de fábula, sino que el trato recibido por sus propietarios, Adelina, Rosi y Chelín, fue tan agradable y familiar, que además de volver, en cuanto podamos, lo recomendamos encarecidamente.
Ubicación
Novales es un pequeño pueblo, capital del municipio de Alfoz de Lloredo, situado en un valle rodeado de montañas, a unos 5 km del mar, por lo que tiene un microclima y de ahí sus cultivos mediterráneos, como el limón.
Es una de las cosas que destacan y te sorprenden del pueblo cuando llegas, la cantidad de limoneros que hay.
Su ubicación es ideal para moverse por la provincia, pues Santillana de Mar, con las cuevas de Altamira, están a apenas 8km y Torrelavega hacia el este y Comillas al oeste a unos 16km.
Trisileja, que es como se llama la casa, está ubicada a las afueras del pueblo, fácil de llegar, puesto que la carretera comarcal pasa justo al lado.
La casa
Es una casa rural de tres plantas, con un gran jardín muy bien cuidado, cuenta con parking en la parte posterior de la vivienda, pero también se puede dejar en la delantera o incluso fuera de la propiedad, donde pasa un camino de tierra.
Por la parte posterior de la vivienda transcurre el Arroyo San Miguel, que al ser un lugar tranquilo puedes escuchar en todo momento.
El jardín tiene un camino de piedras que lleva desde la entrada al recinto hasta los pies de los tres escalones que llevan a un precioso y muy cuidado porche, con un sofá ideal en el que pasar un rato de lectura o simplemente de contemplación del entorno.
Nuestra experiencia
Nosotros llegamos a media tarde, pero la noche ya había caído. Nos esperaba Adelina, puesto que en ese momento íbamos a ser los únicos huéspedes, al día siguiente llegaban más.
Nos recibió muy amablemente, y tras una pequeña charla, nos dio la llave de nuestra habitación.
Estaba en la planta baja. Era una pequeña, con una cama de matrimonio, un armario y una silla, el lavabo era compartido, en el exterior.
En principio era suficiente para lo que teníamos planeado hacer. Pero Adelina nos dijo que en la planta alta, la buhardilla, la suite estaba libre y que nos hacía precio especial.
Al principio no sabíamos que decir o hacer. No parecía la típica jugada para salir ellos ganando, así que, ante su insistencia de que subiéramos a verla, pues aceptamos subir.
Y menos mal que subimos. Se trataba de una habitación muy grande, toda la superficie de la buhardilla, sin habitaciones colindantes.
La habitación
Un lavabo grande, con plato de ducha, una cama de matrimonio, dos individuales, sofá con una mesita y una televisión y dos ventanales con vistas al campo.
La habitación estaba distribuida estilo loft. La impresión fue tan buena que nosotros nos miramos y sin hablar decidimos que sí. Así que trasladamos las cosas que ya habíamos dejado en la habitación de abajo.
Nos registramos, hablamos un poco más con ella, nos aconsejó varias rutas para hacer los días que íbamos a estar allí, nos recomendó algún restaurante y nos dio un par de trípticos con los que completar la información que nos había dado.
Aprovechando la información, fuimos a cenar a uno de los lugares recomendados, y efectivamente era como nos había dicho. Mucha cantidad y a un módico precio.
El viaje hasta llegar a Cantabria había sido largo, así que nos fuimos a descansar. La habitación resultó igual de cómoda que bonita y dormimos de cine, eso sí, como era el mes de Febrero, en la habitación hacía lago de fresco y tuvimos que poner un poco la calefacción, pero era algo con lo que contábamos.
Desayuno
Una ducha rápida y bajamos a desayunar. Y nos encontramos con otra sorpresa. En el comedor nos esperaba una mesa montada, con tostadas recién hechas, mermelada y mantequilla y algo de fruta.
Junto a la puerta de la entrada estaba el salón-comedor. Una mesa grande, rectangular, con ocho sillas azules y luego un par más pequeñas y redondas.
Al fondo, y separado por un arco, encuentras la sala de estar. Un par de sofás, una mesa baja con revistas, y vistas al jardín. Ideal para tomarse un rato de relax.
El desayuno lo había preparado Chelín, la pareja de Adelina. Un hombre muy amable y a la tercera palabra te daba la sensación de ser muy buena persona.
Nos contó que aquella casa era suya, que la había construido hacía bastantes años, y que la idea original era habérsela pasado a su hijo, pero éste se fue a estudiar fuera, conoció a una chica y no volvió.
Entonces la casa estuvo por un tiempo cerrada, sin usarse salvo en vacaciones cuando venía el hijo, hasta que Chelín, que su profesión es la de ingeniero agrónomo , tras conocer a Adelina, que regenta otra casa en Cos, decidieron invertir y transformarla en casa rural. Y desde luego todo un acierto.
Nos preparó café en el momento y preguntó si queríamos zumo, obviamente de limón. Yo ni me lo pensé, como iba a ir a la Murcia del norte y no probar el zumo de limón. Qué bueno estaba, la verdad.
La sensación era de estar desayunando en casa de unos tíos, no en una casa rural. Nos explicó alguna cosa sobre la casa y luego nos preguntó por la ruta que íbamos a hacer y nos dio consejos de dónde comer o qué ver y se despidió porque se tenía que ir a trabajar, es propietario de una empresa de gestión de bosques.
El Personal
A Chelín le relevó Rosi, su hermana, que viene a hacer las labores de limpieza. Recoge la mesa del desayuno, hace las camas, lava las sábanas…
Rosi resultó, como no podía ser de otra manera, otro encanto de mujer. Una cosa que nos sorprendió es que eran personas muy conversadoras, yo tenía la concepción que en Cantabria, como en gran mayoría del Norte, serían personas más conservadoras, más calladas. Y, o ellos son una excepción, o estábamos equivocados. Los tres eran personas muy cercanas, un trato casi de familia.
Porque Trisileja es un negocio familiar, lo regenta Adelina, que es la que se ocupa de las reservas y está gran parte del día, Chelín echa una mano con los desayunos y Rosi se encarga de recoger y limpiar. Eso le da un plus al negocio y el cliente lo nota.
La última noche que pasamos, con Adelina, y a la mañana siguiente con Chelín Y Rosi, la despedida fue emotiva, habían sido 5 días y ya nos habíamos cogido confianza.
No solo nos llevamos a Trisileja en la maleta, también nos llevamos a esas tres fantásticas personas y van directos al rincón de los recuerdos entrañables y grandes personas.