SANT JERONI DE LA MURTRA
A veces tenemos cosas a simple vista y eso es lo que las hace pasar desapercibidas. A veces tenemos cosas tan cerca que nunca llegamos a visitar, porque hay la extraña creencia que lo cercano carece de valor. Y eso es lo que le ocurre a Sant Jeroni de la Murtra. Situado junto al barrio de El Canyet, en la zona norte de Badalona, en los inicios de la Sierra de Marina. Se trata de una zona verde, con diversas rutas para hacer a pie o en bicicleta.
Pero ese no es el gran valor de Sant Jeroni, lo que le hace diferente y un lugar al que no hay que dejar de ir es su monasterio. De estilo gótico, construido en el S.XV gracias al mercader barcelonés Bertran Nicolau, sobre la antigua casa de Ça Murtra. A partir de esa casa se construyó la iglesia, las celdas, el claustro, el refectorio, la cocina y otras dependencias monásticas.
Los monjes lo habitaron hasta 1835, fecha de su quema parcial. El incendio destruyó la iglesia, parte del claustro y la Obra Nova y dispersó el archivo y la biblioteca. Afectado por la desamortización de Mendizábal, fue subastado. A finales del Siglo XIX y principios del XX, residió en el monasterio una colonia de veraneantes. En 1947, la Señora Francesca Güell i López compró gran parte del monasterio para restaurarlo a nivel material y espiritual. Desde 1971 La Murtra es un lugar de reposo en soledad y silencio, abierto a cualquier persona sin distinción de creencias. Los edificios se van restaurando poco a poco. La Asociación de Amigos de Sant Jeroni de la Murtra da soporte al ámbito de reposo creado por la Señora Francesca Güell. Su gran momento histórico lo protagoniza cuando, tras el intento de regicidio que sufrió Fernando el Católico el 7 de Diciembre de 1492 en las escaleras del Palacio Real Mayor de Barcelona a manos de Juan de Cañamares, acude al monasterio junto a su esposa Isabel a reposar y curarse de sus heridas. Debido a esto, es aquí, donde en Abril de 1493, reciben en audiencia a Cristóbal Colón tras su primer viaje a América. Colón se llevó al segundo viaje a Ramón Pané, fraile de la Murtra, quien es considerado primer evangelizador y etnólogo de América. El Monasterio es conocido como la Murtra debido al arbusto (mirto) que daba nombre a la antigua casa, pese a que su nombre canónigo es Santa María de la Vall de Betlem.
En el conjunto del Parque de La Serralada de Marina puedes encontrar diferentes puntos de interés, como la Ermita de San Clemente, el Poblado Ibérico Puig Castellar, Mirador de Puig Castellar, Ermita de San Onofre, Cruz Forjada de Sant Jeroni de la Mitra, el Acueducto o el Dolmen Natural Cau d’en Genís. Nosotros decidimos ir a visitar el Monasterio únicamente, y dejar el resto para otro día. Pese a que la parada de metro de la línea 2, Pompeu Fabra, se encuentra a solo 4 Kms, nosotros decidimos acercarnos en coche hasta donde se puede llegar, dentro del barrio del Canyet, casi a los pies del camino que lleva al Monasterio, recortando el camino a la mitad.
Está perfectamente indicado, un cartelito de madera indica el camino a coger, en concreto un trozo del camí de l’Amigó para enseguida coger el Camí del Monastir de Sant Jeroni, que es el que te llevará hasta éste. El primer tramo es de suelo de cemento en el que te encuentras alguna construcción abandonada, pero pronto te encuentras un camino de tierra que coge pendiente, con un tramo exigente pero corto. No es un paseo difícil ni costoso. En 20 minutos te presentas a las puertas del recinto del Monasterio, en el que todos los Sábados hay un puesto de verdura y fruta ecológica con buena acogida entre los visitantes. Ese mismo camino, que para nosotros acabó ahí, es el que te lleva hasta la Ermita de San Clemente o el Poblado Ibérico.
Entras al recinto por una puerta que hay en una verja de malla y te encuentras una pequeña explanada delimitada por una pared de piedra de escasa altura, desde la que puedes ver huertos a una altura inferior. En la explanada habían varios coches aparcados, entendemos que de los trabajadores que conservan el Monasterio. Una puerta, con el cartel de información, abierta nos invitó a entrar. Dos escalones y te encuentras como una recepción en la que te informan de que las visitas guiadas son de Martes a Viernes de 10 a 13 h y los Domingos a las 10.30 y 11.30 h, pero que los Sábados se pueden hacer sin guía. Así que pagamos los 3 euros que costaba la entrada y pasamos a la zona visitable.
Cruzas una puerta y lo primero que te encuentras justo enfrente es la Sala de Profudis, estancia con bóveda gótica estrellada. En el lavamanos de piedra hay dos cabezas de león como grifos. Es un vestíbulo que comunica el refectorio con el refectorio pequeño, el claustro bajo y la escalera del claustro alto. Siguiendo está el Refetor o Refectorio, antiguo comedor de los monjes jerónimos. La comunidad comía en silencio, mientras un monje leía desde el púlpito. Fue subvencionado por Joan II de Catalunya-Aragón. En las claves de bóveda está el escudo de Catalunya-Aragón y la imagen de San Jerónimo. La pintura del fondo (S.XVI) representa una de las visitas del Emperador Carlos I al monasterio. El cuadro de la Última Cena es obra de Francesc Costa Amigó. En el fondo del refectorio se pueden apreciar las bodegas. El vino es símbolo cristiano. El monasterio estuvo rodeado de viñas que, en algunas épocas, cultivaron los monjes y otras dieron a jornaleros. Las bodegas y los lagares ocupan buena parte del ala norte del monasterio. Los capiteles de las columnas recuerdan a los del claustro gótico de Montserrat. Pueden verse dos prensas y, escrita en la pared, la relación de campesinos que las utilizaban después de la exclaustración. Se pueden ver desde el vidrio de la cabecera del refectorio y desde el patio del lavadero.
El claustro era el lugar de tránsito donde el monje preparaba su espíritu antes de entrar al templo. El claustro ponía en comunicación las principales dependencias. Tiene dos pisos, el inferior con parejas de arcos apuntados, sustentados sobre columnas nummulíticas y sobre retratos de personajes del Siglo XV (monjes, papas, reyes, nobles, mercaderes…). Las bóvedas de las galerías son cuatripartitas, con nervios que parten de capiteles donde hay esculpidos ángeles que llevan escudos. Los nervios terminan en claves de bóveda con temas bíblicos, hagiográficos y heráldicos. El piso superior, que no se podía visitar cuando nosotros fuimos, es de arcos rebajados y cubierto con tejado de un agua. El claustro está hecho de piedra de la montaña de Montjuïc, por los maestros Jaume Alfons, Pere Basset.
En el claustro se encuentra la cocina, una sala con arcos diafragmáticos del Siglo XV. Conserva los antiguos lavadero de piedra nummulíticas, una mesa y paramentos de cerámica. Se ven huellas del paso de la chimenea y se conserva la nevera o pequeña estancia para mantener frescos los víveres.
En el conjunto del claustro hay diferentes y diversos elementos reseñables:
Bóveda de los reyes: Retrato de Fernando II de Catalunya-Aragón, el Católico. Hizo diversas estancias en el monasterio y subvencionó las cinco claves de bóveda de la galería de poniente, anteriores a la reconquista de Granada. Retrato de Isabel I de Castilla, la Católica. Acompañó a su marido al monasterio y ayudó a la comunidad. Clave de Bóveda de los Reyes Católicos. Se pueden ver los escudos de los reinos de Catalunya-Aragón, Castilla, León, Nápoles y Sicilia. La pintura mural y la piedra fueron restauradas en 2009.
Surtidor Central: De 1502, renacentista, tiene forma octogonal, recordando que fueron ocho los que se salvaron de las aguas del diluvio. También simboliza a María, fuente mística. En la base de la fuente se encuentra el escudo del fundador del monasterio, Betran Nicolau.
Pozo: El broncal, las piedras y la linda proceden de un pozo que había en Barcelona, cerca de la Lonja, y fueron cedidas a la comunidad de la Murtra por el Consell Municipal de Barcelona en 1469.
Retrato de Cristóbal Colón: Fue colocado como homenaje de su paso por el monasterio, como antes habíamos comentado, en Abril de 1493.
En los canecillos encontramos retratos de los monjes, papas, reyes, nobles, consejeros y mercaderes. En el jardín encontramos una murtra silvestre de más de cien años. Otras estancias son la torre de defensa, de 1598, l’Obra Nova del S.XVI, la hospedería, las dependencias agrícolas, la enfermería y la bodega, anteriormente citada. También hay referencia a varios santos, a pesar que los jerónimos nunca tuvieron ningún canonizado en su orden, porque por humildad nunca lo quisieron.
La verdad es que la visita es enriquecedora, y esa paz que se respira llega a interiorizarse. A ratos te puedes imaginar el tipo de vida que hacían los monjes y a ratos te imaginas a Colón por entre esos muros. Sinceramente nos parece una visita altamente recomendable, sobre todo para hacer con niños, pues el alto contenido cultural que se encuentra en el monasterio se puede explicar de forma muy didáctica. Por tanto, si os encontráis por el área metropolitana de Barcelona, ésta debe ser una visita obligada. Nosotros desde luego, un trocito de ese monasterio lo hemos metido en nuestra maleta para que repose allí en silencio y paz espiritual, y de paso nos la aporte a nosotros.





