LO QUE ME CABE EN LA MALETA

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GAZTELUGATXE, LA HUELLA DE SAN JUAN

LA ISLA

Gaztelugatxe es un islote en la costa de Bizkaia, en la localidad de Bermeo, famoso por albergar la ermita de San Juan, muy visitada, sobre todo desde que apareciese en la serie Games of Thrones.

La isla está unida a la península por un puente de dos arcos, el cual está acostumbrado a recibir la dureza del mar que golpea con fuerza contra él.

Gaztelugatxe pertenece a un Biotipo Protegido, declarado en 1998, y es un lugar de especial protección de aves.

LA ERMITA

La ermita se estima que fue construida en el siglo IX y se convirtió en convento en el siglo XII.

La que observamos hoy en día no es la original, ya que a lo largo de la historia ha sufrido diversos incendios y destrucciones por las batallas que allí se han librado.

Una de estas batallas fue la que, durante más de un mes, resistieron los defensores del señorío de Bizkaia de los ataques del rey de Castilla, Alfonso XI, a Juan Núnez de Lara, en 1334.

Estos ataques, en parte, eran debidos a que se pensaba que albergaba maravillosos tesoros.

A finales del siglo XVI, Sir Francis Drake quemó la ermita y los hugonotes tomaron el islote, robando todo lo que encontraron, y lanzando al ermitaño por el acantilado.

La última reforma data de 1983.

COSTUMBRES Y CREENCIAS

Muchas son las costumbres relacionadas con la ermita y la isla, como por ejemplo:

-Una vez que se llega a la ermita, tocar la campana tres veces para pedir un deseo o ahuyentar los malos espíritus. 

-Los barcos giran a babor y estribor, cuando pasan al lado de la isla, para que el Santo les de Suerte.

-Las mujeres con problemas de fertilidad acuden a pedir que se les solucione su problema.

-Meter los pies en el hueco de las escaleras, supuestamente las huellas de San Juan Bautista, tiene beneficios curativos.

-San Juan Bautista tocó tierra en este punto, dejando huellas en la roca, en Arco de San Juan (Casco urbano de Bermeo), junto al caserío Itsasalde, en el alto de Burgoa y en el Caserío de Ermua.

En las cuevas del peñón, la inquisición encerraba a los acusados de brujería.

NUESTRA EXPERIENCIA

Escogimos un viernes para hacer la visita, esperando encontrar poca gente. Y nos dimos cuenta de que en Gaztelugatxe nunca hay poca gente.

Aparcamos, eso sí, con cierta facilidad en el aparcamiento que hay habilitado. Un aparcamiento bastante grande, divididos en diferentes niveles y que es gratuito. Así da gusto.

Antes de iniciar el camino fuimos a los aseos que hay allí mismo, en la zona de aparcamiento.

El camino arranca junto al restaurante Eneperi, al que teníamos previsto acudir a comer después.

El primer tramo es de descenso, en algunos tramos incluso con una pendiente notable, lo que te hace pensar que luego habrá que subirla.

Esta zona tiene el suelo perfectamente acondicionado, con losas de piedra y barandilla de madera en el lado que da al acantilado.

Casi todo el camino tienes Gaztelugatxe y la ermita a la vista.

En el tramo final del descenso hay una pequeña zona con el suelo de tierra y luego vuelve a estar enlosado. Justo antes del puente que une con la isla hay unos lavabos.

El estrecho puente se cruza fácil, eso sí, suele hacer bastante viento y te golpea con fuerza. En ese sitio estás a punto de iniciar el ascenso, los 241 escalones que te llevan hasta la cima, donde está la ermita.

No hace falta decir que hay que ir con calzado adecuado, pues el ascenso y descenso puede resultar peligroso.

Hay tramos que resultan complicados por su pendiente dura o muy dura, pero la vista de la ermita ayuda a no rendirse. Además, a lo largo de la subida hay diversos puntos en los que hacer una breve parada.

Como nosotros no pretendemos batir récords, las cosas nos las tomamos con calma e hicimos varias paradas. Además, nos sirvió para darnos cuentas que durante el ascenso hay diversos cruceros.

El tramo final parece no acabarse nunca, pero finalmente lo hace y llegas arriba. Hay unas vistas espectaculares del entorno.

La ermita estaba cerrada, y no se puede tocar la campana, imagino que, porque tanta gente que acude, puede haber peligro de que se deteriore o rompa.

Nosotros nos encontramos bastante gente durante el camino, y en la cima había bastante gente también. 

Cogimos un poco de aliento y rodeamos la ermita para conocerla. Miramos en su interior por la puerta de entrada. Se podía ver alguna cosa pero no muy bien.

Un par de barritas energéticas y unos tragos de agua precedieron a nuestra bajada, que se hace de forma sencilla y alegre, y te prepara para lo que te espera después, la subida hasta el Restaurante Eneperi.

Os podríamos engañar, y decir que no es para tanto la subida, pero no lo vamos a hacer. Fue dura, pues como he dicho anteriormente, hay tramos que la pendiente es muy fuerte. Si no hubiese escalones sería casi imposible subir.

Suerte que estábamos en otoño y no hacía un día de calor, sino directamente habríamos tenido que abandonar.

Finalmente llegamos, algo cansados y sudorosos arriba, listos para una opípara comida en el Restaurante Eneperi.

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