A estas alturas Sant Sadurní d’Anoia es una población que le suena a casi todo el mundo y que está íntimamente ligada al cava, el Penedés es el país del Cava.
Con una producción de cientos de millones de botellas al año, el Penedés y en concreto Sant Sadurní d’Anoia entra en millones de casas, sobre todo en Navidad, de todo el mundo.
Hay varias cavas famosas, que cada año hacen su anuncio de burbujas navideñas, pero no todas las cavas son así de grandes, de entre las casi 80 que hay en esta población, las hay, como he dicho, grandes, medianas y pequeñas o muy pequeñas.
Y de una de estas últimas es de la que os vamos a hablar. Una cava que la sacan adelante dos personas, un padre y un hijo, UNA CAVA FAMILIAR, Cava Solà i Raventós.
¿Quienes son Solà i Raventós?
Cava Solà i Raventós empezó su actividad en 1898 pero hasta 1925 no lanzó su primera botella de cava.
Durante 60 años estuvo produciendo cava, pero el fallecimiento de los propietarios y que nadie de la familia se quiso hacer cargo de la cava, llevó a ponerla en venta en 1985.
2 años más tarde, un joven soñador y emprendedor se embarcó en un proyecto personal y compró la cava.
Durante muchos años Pere estuvo él solo al cargo de la cava, con la única ayuda de su mujer.
Sus hijos crecieron en la cava, pues la vivienda la tienen encima, y desde pequeños corrieron y jugaron entre botellas, pero ambos estudiaron y sus caminos profesionales se alejaron de la cava y de Sant Sadurní hasta que Guifré, un día, se dio cuenta que su camino profesional debía ir ligado al de su padre, al de su familia, al de la cava, y dejó su trabajo para mano a mano con su padre, sacar adelante el producto que con tanto mimo hacen.
Nos gusta Sant Sadurní, nos gusta el cava
Hemos visitado en varias ocasiones Sant Sadurní, no vamos a negar que nos encanta. Podéis encontrar una ruta en nuestra web por esta localidad, en la que ya visitamos una cava y os hablamos de algunos de los encantos de la capital del cava.
La visita
Escogimos un Domingo a la mañana para ir a Sant Sadurní, desde Barcelona y en tren. Nos parece la mejor opción, pues no llega ni a una hora el viaje en la línea R4 y si vas a beber no se debe coger el coche.
A casi un kilómetro de la estación se encuentra la cava, un paseo agradable si no fuese porque nos recibió el viento y temperatura baja, pero la caminata nos hizo entrar en calor.
Cuando reservé por correo electrónico, Guifré me comentó que a las 11 de la mañana ya tenía prevista una visita para una pareja y que nos metía en esa. Fue muy amable y nos dio todas las facilidades.
Llegamos tres minutos antes de las 11 y éramos los primeros. Luego llegaron tres grupos más, en total éramos 10 personas.
Una breve charla introductoria dio paso a la visita, de la que se encargaba Guifré. Bajamos a la zona en la que se hace la producción y allí nos explicó el proceso apoyándose en una tableta con la que nos enseñaba fotos y vídeos, tradición maridada con tecnología.
Luego subimos a la parte superior, donde está la recepción y la zona de tienda y catas, para ver donde reposan las botellas justo antes de que salgan para venderse.



Tras la agradable visita venía el momento de la cata. Pere había preparado las 4 mesas, con un aperitivo compuesto por torreznos, patatas chips, aceitunas, queso de cabra, miel y fuet, todo producto buenísimo.
A este aperitivo era el acompañamiento para la cata de 4 cavas. Primero empezamos por un Brut Reserva, le siguió un rosado Brut Reserva, posteriormente el de la Gafa Gran Rerva But Nature y para acabar el Maria Roig Gran Reserva Brut Nature.
Cuatro grandes cavas, difícil escoger el mejor, el mejor cava es el que más te gusta, como nos dijeron, y cada momento tiene el suyo. Nosotros nos llevamos botellas del Primero y del de la Gafa.



Cava y buena gente, no podemos pedir mucho más. Otro lugar que metemos en la maleta y guardar para siempre.