Nunca una pared ha separado a dos mundos tan diferentes como la que hay en el Carrer de les Sitges de Barcelona y separa el Caribbean Club de l’ Ovella Negra.
Ambos son locales para ir a beber, pero probablemente de las dos maneras más opuestas que haya.
La Ovella Negra es un local emblemático de la ciudad, de eso de toda la vida, al que yo ya iba hace 30 años.
El Caribbean Club es una coctelería de las de toda la vida, pequeña, para mucha menos gente, para personas que quieren tomas un combinado hecho con producto de calidad y con todo el cariño del mundo, como si fuese el primer y último cóctel que te van a preparar.
Historia
En los años 70 nace esta coctelería de la mano de Josep Lluís Marruenda, primer distribuidor del Habana Club en España.
Decorado con efectos navales, durante años tuvo en sus vitrinas gran colección de cocteleras y recuerdos de Cuba, como las auténticas maracas del cantante Antonio Machín.
La decoración marinera sugiere a relación entre el ron y el mar, y al tomarse un cóctel nos da la sensación de viajar a un lugar lejano.
Juanjo, coctelero con muchos años y experiencia a sus espaldas, se hizo con el control del Caribbean Club además de ser el barman.
En 2014 se une Nu al proyecto, que además de ser la encargada de diseñar todos los proyectos gráficos, es la cara del local, atendiéndote nada más que entras.
Nuestra Experiencia
Nos habían recomendado este local hacía ya tiempo, pero entre una cosa u otra, aún no lo habíamos ido a conocer.
Este fin de semana andábamos por el centro de Barcelona, en una de nuestras rutas, que pronto conoceréis, y decidimos por fin conocer el local.
Sabíamos que estaba en el Carrer de les Sitges, pero no sabíamos qué calle era. Y al llegar nos llevamos una buena sorpresa, es la calle de la Ovella Negra.
Nos acercaos a la puerta. Parecía que estaba cerrado, pero el horario lo marcaba claramente, abría a las 17h. La puerta es de local guay, de esas de madera dura y pesada, porque nos costó empujar y abrirla.
Una vez dentro, la primera impresión fue impactante, pues no habíamos estado en muchas coctelerías, pero esperábamos un local diferente. Ojo, no mejor, diferente. De hecho el local nos encantó.
La primera impresión es de un local elegante y de otra época. Nos recordó a esas coctelerías que se ven en las películas americanas. Con taburetes giratorios y con respaldo pegadas a la barra y otra en la pared, que está decorada con una vitrina con decenas de recuerdos y adquisiciones.
En el local hay poca luz, como debe ser en un local de copas. Estaba lleno pero pudimos encontrar un pequeño rincón, en la barra de la pared para sentarnos. Enseguida vino Nu a darnos la bienvenida, muy simpática.
Nos trajo la carta de cócteles, que todos nos sonaban a chino, y alguna recomendación nos hizo. Mientras nos lo pensábamos y decidíamos pudimos ver que tras la barra, en una pizarra ellos recomendaban sus especialidades, eso ayudó a decidirnos. Un Saturn y un President.
Mientras esperábamos a nuestros cócteles hicimos un repaso visual al local. Cuadros con temas marineros, parroquianos disfrutando de sus copas y de cacahuetes para que no caigan en estómago vacío. Ningún cliente se parecía al otro, la verdad es que allí había una clientela muy ecléptica.
Juanjo tras la barra, mientras preparaba los combinados iba hablando con varios de ellos, contando alguna anécdota o explicando las bondades de alguno de los licores que tenía o había adquirido recientemente. Y todo esto bañado con una música jazz en el volumen exacto para no molestar las conversaciones y sí para acompañarlas.
Nos trajeron nuestros combinados y un bol con cacahuetes pelados y bien salados. Cabe decir, que al no estar acostumbrados a beber cócteles, al principio nos costó tomarlo, luego, por la propia iniciativa, entró mucho mejor.
Cada vez estábamos mucho mejor, el ambiente era más agradable, la luz parecía que había aumentado de intensidad o nuestros ojos se habían adecuado.
La verdad es que estuvimos muy cómodos y disfrutamos de nuestras bebidas. Decidimos quedarnos en una única copa, pues el alcohol había hecho cierta mella.
Nos despedimos prometiendo que volveríamos, porque nos había gustado mucho. La recomendación que habíamos recibido era totalmente acertada. Hay que escuchar las que se hacen, pues a veces descubres locales y estilos nuevos.
A partir de ahora llevaremos una copa de cóctel en nuestra maleta.