En Ibiza hay más de 52 playas y calas. Algunas de ellas muy conocidas y concurridas, pero muchas no las conoce casi nadie y por lo tanto puedes encontrarte casi solo. Y de una de las segundas os vamos a hablar hoy. Se trata de Cala Corral. Ubicada en la zona oeste de la isla, pertenece al municipio de Sant Josep. Está entre Cala Llentia y Cala Tarida, dos lugares muy concurridos, quizá por eso pasa más desapercibida y se llega por la carretera de Sant Josep, posteriormente se coge la carretera de Cala Tarida y finalmente el Carrer de Sa Barda que te lleva hasta las inmediaciones, donde encuentras un núcleo de apartamentos vacacionales, por lo que no resulta difícil aparcar. Otra de las cosas positivas de esta cala es que no tienes que recorrer un largo o difícil camino hasta llegar a la playa, el camino es prácticamente llano, a pie unos cinco minutos. Lo primero que te encuentras es un pequeño puerto deportivo, del que suelen salir embarcaciones de recreo, y cuando te adentras un poco más está la cala en sí. No es una cala recogida y cerrada, es amplia y abierta, sin grandes acantilados a sus lados. La parte inicial presenta una pequeña zona en la que arena es de piedrecitas, y a partir de ahí te encuentras casetas de pescadores y embarcaderos para pequeñas embarcaciones. Una de estas casetas de pescadores, con techado fue el lugar que escogimos para asentarnos en la cala, ideal para no sufrir los rigores del fuerte sol que estaba luciendo en un cielo de un color azul que solo se encuentra en esta isla. Junto a la caseta habían unas escaleras que llevaba a otra y a una zona de rocas y que abre la cala un poco más. Quizá por la hora que era, cerca de las 3 de la tarde, o quizá porque no es una de esas calas de arenas blancas y finas, no teníamos a penas compañía en la cala, lo que para nosotros resultó ser una bendición, y pese a que cada día lo parece menos, justo lo que viene uno buscando cuando desembarca en la isla.
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Sus aguas cristalinas invitaban a darse un chapuzón, pese a que el fondo marino está lleno de rocas, cosa que le da una diversidad de fauna y flora y si llevas gafas y un tubo puedes ver diversidad de peces. Estuvimos disfrutando del lugar algo más de dos horas tras haber comido un bocadillo a la sombra de la caseta. En ese rato dos o tres parejas se nos cruzaron en busca de su rinconcito, pese a estar casi toda la cala libre.
Nos fuimos satisfechos después de haber pasado una tarde de playa tranquila, habiendo descubierto un nuevo lugar y sabiendo que siempre que acudamos, seguramente no esté muy concurrido, lejos de otras playas y calas de la isla en el mes de Agosto, que después de las 10 de la mañana es difícil encontrar un hueco en el que plantar la sombrilla.
Si os gusta ir a la playa a daros un baño, en un entorno precioso y tranquilo, creo que ya tenéis sitio. Si venís a la isla, alejaos de esas otras tan mediáticas y de postureo instagramer y decantaos por esta u otra del estilo, os lo pasaréis infinitamente mejor, consejo. En definitiva, Cala Corral reunía todos los elementos necesarios para entrar en el rincón de lugares encantadores que llevamos en una esquina de nuestra maleta.