Si partimos de la base que algunas personas, nosotros entre ellas, consideran que el mundo del vino, desde que se planta la vid hasta que se bebe, es un arte, hoy os vamos a hablar de la conjugación perfecta entre arte y vinicultura.
Hacía tiempo que queríamos visitar la bodega de Otazu, puesto que nos habían hablado muy bien, tanto del producto que elaboran como de su colección de arte contemporáneo, la tercera más importante de Europa. Así que contactamos con ellos y muy amablemente nos emplazaron a visitarles uno de los días que habían abierto a visitas para profesionales.
¿Qué es Otazu?
La Bodega es un coto privado, adscrito al municipio de Etxauri, junto al río Arga, a unos 13 kilómetros de Pamplona. Su ubicación, flanqueado por la sierras del Sarbil y del Perdón, hace que tenga un clima especial, un microclima.
Nosotros veníamos del Valle de Baztan, a una hora de camino. El día había empezado mal, estaba cayendo una tromba de agua increíble, llegando a temer por la visita incluso. Pero a medida que nos acercábamos a Pamplona, la lluvia iba a menos, y al llegar al parking de la Bodega, incluso, había dejado de llover. Nos acercamos hasta la puerta de las oficinas, las que nos abrieron e hicieron esperar hasta que llegó Iker, la persona que estaba encargada de hacernos la visita, individualizada porque nos la iba a hacer a nosotros solos. Lo primero que nos dijo, mientras nos dirigíamos a su coche, es que las visitas suelen durar sobre las 3 horas, 3 horas y media. La visita empieza por la zona exterior, en la que además de las 116 ha de viñedos, encontramos el Palacio del Señor de Otazu y la Iglesia Románica de San Esteban, de los Siglos XII y XIII.
En el Siglo XIII se construye la torre de defensa que posteriormente formaría la base para el palacio. Éste pasó por la manos de diferentes familias de nobles hasta el Siglo XIX, que con la desamortización, se hace cargo de él el Ayuntamiento de Etxauri. En la actualidad la propiedad es de la misma familia de las bodegas, siendo su residencia habitual. En sus alrededores encontramos diversas viviendas en las que viven 8 familias de trabajadores de las bodegas.
La Iglesia, románica del Siglo XII, de San Esteban, patrón de Otazu ha sido lugar de peregrinación desde su construcción, pasando el Camino de Santiago por su puerta hasta hace 150 años. Su retablo data del siglo XIV en el que se puede ver en la parte superior una recreación de Dios en el acto de creación, muy poco frecuente. También encontramos las figuras de los que encargaron dicho retablo, pero sin haber dejado sus nombres. Otra de las curiosidades de la Iglesia es la figura de un Cristo en la cruz con rasgos orientales. Se cree que debió ser la aportación de un peregrino de esas tierras.
Al principio os hablábamos de la relación entre arte y vino que hay en esta Bodega, y en este primer paseo queda patente. En Otazu se organiza una Bienal de Arte, en la cual se invita a un grupo de artistas a que pase unos días en el entorno de la Bodega y eso les lleve a inspirarse. Posteriormente, un jurado internacional escoge al ganador y su obra se expone allí, en el entorno. En el paseo del Palacio a la Iglesia, a parte de la Torre de Defensa, nos encontramos dos de estas esculturas, la de Alfredo Jaar y la de Hans-Peter Feldmann.
Alfredo Jaar, en estos recipientes quiso plasmar el movimiento del vino, destacar que está vivo. En un principio cada recipiente tenía un color diferente como los vinos tienen, pero el autor al final se decantó por dejarlos sin color.
Hans-Peter Feldmann, ganador de la tercera edición de la Bienal, tras pasar una semana en el entorno de la Bodega, comentó que allí parecía que no pasara el tiempo, que de no ser por los coches que veía, bien le podría haber parecido estar en el Siglo XII. En esta escultura quiere plasmar la carga del tiempo en el proceso del vino. Requiere de tiempo y paciencia.
Esta Torre de Defensa, del Siglo XII, fue rehabilitada, dejando los elementos originales, como el palomar, importante en aquella época, pues las aves no solo era la manera para enviar los mensajes a larga distancia, sino que también era un alimento calórico.
Tras la visita en exteriores, volvimos al edificio del que habíamos partido, en el que se encuentra la fundación en las plantas superiores y en las inferiores una zona de información sobre la Bodega y su historia con diversas herramientas y elementos que se utilizaban en el cultivo, recogida y elaboración del vino. Como había otra visita en la planta baja, Iker nos condujo a las superiores, en las que está la fundación, no sin antes primero, mostrarnos una escultura, obra de Manolo Valdés, que tiene una situación principal y que les representa en la etiqueta de uno de sus vinos, Ariadna. Que según la mitología griega, fue madre de Enopión, quien llevó el vino a los hombres, hasta ese momento privilegio unicamente de los dioses. De Enopión se deriva la palabra Enologia. Por tanto, se podría decir que es la madre de la Enologia. De ahí que su busto presida la entrada. La escultura también quiere representar el mito de Aridana y Teseo, en el que ella le ofrece un ovillo de lana para que entre en el laberinto del minotauro, que tenía el padre de esta, para matarlo, y usar el ovillo para que le marcara el camino y así poder salir sin problemas.
En las escaleras que llevaban a la primera planta, en la pared bajo una de las ventanas que dan a los viñedos, encontramos una de las primeras esculturas. Se trata de una obra de Dalila Gonçalves. Se trata de una serie de lápices, que ella misma se ocupó de recopilar entre escolares de Oporto. Compró cientos de lápices nuevos y fue a las escuelas a cambiárselos a los niños por los que estaban usando. Se pueden ver lápices más nuevos, más viejos, mordidos, con punta, sin punta, unos largos y otros cortos. Cada lápiz es de una persona y éste la define. Y con estos lápices hizo el «skyline» de las montañas que rodean Pamplona visto desde Otazu.
En la planta, justo enfrente de las escaleras, nos encontramos con un pozo. Si miras dentro parece que no tenga fin, pero no es más que una ilusión óptica, pues la profundidad real es su altura, pero con un sistema de espejos, el efecto que provoca es el de infinito. En una de las paredes, con luces de neón aparece la palabra «ECO» que se repite también de forma infinita, como lo haría un sonido que se produjese dentro de un pozo de tal profundidad. Esta obra es de Iván Navarro.
En la pared que precede a la entrada a la zona en la que están expuestos los vinos, encontramos la última obra de la planta. Se trata de una obra del autor mexicano, Arturo Hernández. Una serie de herramientas enganchadas en la pared, 31 en total, una por día del mes, con monedas encima de ellas, monedas de diferentes países del mundo que representan el salario de un trabajador que la utiliza en esos mismos países. En un inicio todas las herramientas tenían las monedas encima, pero debido a que la puerta del lavabo está junto a la obra, cada vez que alguien entraba, éstas se caían. Hablaron con el autor y al ver el resultado, éste pensó que era mucho mejor así, con éstas caídas en el suelo, y ahora es como puedes encontrártelo.
Una sala contigua, separada por una puerta de cristal, con las diferentes líneas de vinos que comercializan. En Bodega Otazu, elaboran dos clases de vinos, los D.O. Navarra y D.O. Pago de Otazu. ¿Y qué es un vino de calificación Pago? Son los vinos de una denominación de origen que además deben cumplir una serie de requisitos:
Clima: Debe tener un clima diferente al resto de las bodegas de esa denominación. Y eso Otazu lo cumple a la perfección. Debido a su ubicación, entre las sierras de Sarbil y el Perdón, hace que el clima sea muy similar al de Burdeos y no al de Pamplona.
Suelo distinto: Las vides deben ser cultivadas en suelos diferentes, y en las tierras de Otazu se encuentran hasta 22 tipos de suelos diferentes.
Vides > 25 años: Las vides de las que salen las uvas con las que se hace el vino deben tener más de 25 años, y esta es otra de las condiciones que Otazu cumple.
Pero todo esto empezó en 1994, año en el que sacaron la primera botella, que está allí expuesta. También están los diferentes diseños y etiquetas que han ido sacando en estos años, quedando clara la evolución. Más adelante vamos encontrando las diferentes líneas que tienen en el mercado.
Artist Series: Los mismos artistas que han participado en la Bienal de arte, elaboran las etiquetas, cada año uno de ellos.
1ha, una historia: Un proyecto de los suelos y de las uvas de Otazu. Se le pregunta a uno de los trabajadores por su variedad de uva preferida, se escoge un suelo apropiado para cultivar esa variedad y se reserva una hectárea. El fotógrafo Jordi Bernadó toma una foto de éste en esa hectárea y la coloca boca abajo y esa será la etiqueta de la botella de vino que se elabore.
Vitral de Otazu: Carlos Cruz Diez, artista estrechamente vinculado con la familia, es el responsable del diseño de la botella, de la etiqueta y de la caja en la que se comercializa este vino, de edición limitada. La caja en la que se vende este vino, de una unidad o de tres, es de forma triangular, así como la etiqueta, debido a que el artista consideraba que las botellas evocan a la figura de un triángulo. Hay 30 etiquetas que el autor dejó hechas antes de fallecer, una por añada, que tarda 6 años en hacerse. La idea es que la cajas de una unidad se vayan apilando añada tras añada hasta formar un hexágono de varias alturas. La de 3 unidades,el triángulo que viene en la caja, se desprende de él, que también está pensado para ir formado un gran triángulo con ellos. Una obra de arte única en cada uno de los casos. El claro ejemplo en el que vino y arte van de la mano, tan presente en Otazu.
Genios de Otazu: Eligen a un artista que lo traen a la Bodega en Septiembre. Le enseñan a vendimiar y lo hace él mismo. Antes de ensamblar el vino, el artista vuelve y le asesoran y según sus gustos, así se hace. Pasa entre 15 y 18 meses en barrica. Tiempo que el artista dispone para diseñar la botella, la etiqueta y la caja.
A estas líneas se suman tres más que están en proyecto y en las que aún están trabajando, una de ellas está más avanzada, Nubes.
Sales de la sala y la visita continúa hacia la planta superior, en la que encontramos varias obras de la artista Elena Asins. La más grande y llamativa es Antígona, unas grandes letras griegas. También encontramos una recreación de una de sus obras que se encuentra en el paseo marítimo de Zarautz. La planta entera está dedicada a esta artista, pero no es la única obra de arte que podemos encontrar, ya que hay unas vistas increíbles a los viñedos. También encontramos un rincón, con unos sofás y una mesa, en la que cuando reciben a alguno de los artistas que va a vender alguna de sus obras, les piden que deje su marca en alguna de las etiquetas de los vinos que tienen allí.
Una vez de nuevo en la planta baja haces un recorrido por la historia de la Bodega. Pese a que es cierto que las construcciones son del Siglo XII y XIII y que se tienen registros de que en siglos posteriores se produjo vino, la Bodega de estilo francés, se construyó en 1840. Pero su vida fue muy corta, puesto que en 1890, la filoxera se llevó, como en casi toda Europa, por delante a todas las vides y por tanto llevó a la ruina a esta y casi todas las Bodegas del viejo continente. No fue hasta los años 90 que no volvió la producción de vino a Otazu. Ahora mismo cuenta con 116 ha, divididas en 60 parcelas en las que se encuentran 22 tipos de suelos diferentes. Cada parcela ha sido bautizada con el nombre de un personaje de la cultura que haya hecho alguna obra que esté relacionada con el vino. En estas parcelas se cosechan diferentes variedades de uvas, pero hay una que es exclusiva de allí. ¿ Y a qué es debido? Como hemos explicado antes, en 1890 la filoxera, un parásito que vino de América, en las vides que se exportaron de allí, acabó con la práctica totalidad de las vides europeas. Pues bien, en un rincón de Otazu, haciendo una reforma, aparecieron unas vides que desconocían de su existencia. Analizaron el tipo de uva que tenía y era desconocido. Tras varias investigaciones descubrieron que se trataba de Berués, una uva que se daba por extinguida en aquella época. Desconocían la calidad del vino que produce, pero es cierto que hay algún registro en el que la Iglesia pedía vino con esa variedad, así que dedujeron que se debía tratar de un buen vino. Por eso, han cogido un trocito de parcela para plantar vides de esta variedad y en unos años tendrán un nuevo vino.
La antigua Bodega, la que se utilizaba en 1840, ahora es una galería de arte, en la que solo hay expuestas una representación de todas las obras que tienen, por eso han comprado un señorío cercano que están renovando para poder exponer el resto. Cuando bajas, sientes una sensación rara, pues es como estar en un museo pero con las condiciones de una bodega, con sus olores. Hay obras de Leandro Elrich y David Magan, dos de los artistas que participan en la elaboración de vinos de Genios de Otazu. También encontramos una obra interactiva, con una pantalla que representa lo efímero de la información y con un suelo que está roto y sobre el que se camina de forma insegura, y que nosotros mismos, al pisar, vamos rompiendo más, transmitiendo la inseguridad de los pasos que damos.
Esta sala de exposición da paso por fin a la bodega, a la zona de creación y reposo del vino. Lo primero que encontramos es un gran comedor, en el que se celebran bodas, y acto seguido unas puertas dan paso a La Catedral del Vino, como así ha sido bautizada la sala de barricas. Una escultura de una Menina del artista Manolo Valdés (autor también de la figura de Ariadna) parece estar mirando a las 1300 barricas de roble francés en las que reposa el vino que acabará llegando a miles de paladares. La autoría de La Catedral del Vino es del arquitecto Jaime Gaztelu. Se utilizaron moldes de madera para hacer el techo, en el que ha quedado la marca de esas maderas, para que al mirarlo, tengamos la misma sensación que tendría el vino, si tuviese ojos, desde dentro de la barrica. La sala está iluminada en tres colores y el juego de luces nos hace tener percepciones de los mismos que no son más que ilusiones ópticas. También suena música gregoriana de fondo, que hace, si cabe, más mística la visita por la sala. Supongo que eso fue lo que llevó a que el programa Masterchef China, escogiese a esa sala como plató para la final de la edición de 2016. Eso abrió las puertas del mercado asiático a Bodega Otazu. Fuera de la sala de barricas, hay una fuente, que nosotros encontramos apagada, en la que un montículo en disposición de gradas de anfiteatro, hace ideal para que en las noches de verano se hagan actos culturales, como conciertos o cine al aire libre.
Fuimos a la sala en la que el vino, ya embotellado, espera para ser etiquetado y llevado a su venta. El vino se hace tanto de forma manual como mecánica, depende de cada línea. El D.O. Navarra se hace mecánico y Pago de Otazu manual, con cestas de 10 kilos de uva. Una sala al fondo guarda una botella por añada de cada uno de los vinos que elaboran para que con el tiempo se pueda hacer una cata vertical y comprobar la evolución de ese vino.
Ahora solo nos quedaba la última parte de la visita y a esas alturas, muy esperada. Íbamos a la tienda a hacer una cata de tres vinos acompañados de tres tapas para hacer el maridaje perfecto. Íbamos a probar tres vinos, uno blanco, uno rosado y uno tinto. Disfrutamos de la cata, muy bien explicada y abriendo la mente a sabores que normalmente nos pasan desapercibidos. Nos gustó tanto lo que habíamos probado que decidimos comprar una de las botellas para dedicar nuestro Viernes de Vinos en Instagram.
Iker nos acompañó hasta la salida, en la que le dimos las gracias por la gran visita que acabábamos de hacer y lo bien explicado y contado que había estado todo. Las visitas de Bodega Otazu son extensas y con una gran dedicación y amabilidad, un auténtico lujo. Desde ese día Otazu pasa a ser un lugar especial para nosotros y sin duda ocupará un lugar importante dentro de nuestra maleta.